Un pequeño pueblo perdido en el tiempo y en el espacio esconde entre sus mínimos habitantes tanto secretos y mentiras como deseos y esperanza. Una anónima guerra ha dejado los restos de una pequeña comunidad y sus estragos en las almas sobrevivientes. Solo un puñado de mujeres y hombres cuya juventud ha pasado hace tiempo quedan rezagados. Tres mujeres encuentran un motivo para el amor, los deseos, el dolor y en definitiva, la vida. Un misterioso canasto conteniendo un secreto que ellas cuidaran con sus vidas. Todos son sospechados, todos son apuntados. Y en medio de la búsqueda por recobrar la calma, un forastero llega al pueblo, en busca de su hijo perdido en la guerra. Los de adentro del pueblo empiezan a morir, todos los sobrevivientes son llamados a la horca para mostrar su inocencia. En un acto de rebeldía y valor, las mujeres arriesgan su integridad para proteger su secreto. Como castigo son brutalmente mutiladas: su lengua para la que calla, los ojos para la que oculta, oídos para la que escucha lo prohibido. Felipe encuentra la muerte, y como todo vacío debe ser llenado. Las mujeres retoman su tierra, obligan a ellos a caminar descalzos, a cargar con las cruces que ellas cargaban. Ellas marchan, ellas lloran, ellas ríen, por la incertidumbre de vivir sin culpas, sin monstruos con que cargar, tan solo con la tierra y el deseo.